Sí, hay varias verdades «ocultas» por varios sectores que dificultan reflexionar sobre nuestra relación con los demás animales que coexisten con nosotros en este planeta.
El primer adoctrinamiento especista es el que la sociedad en su mayoría impone sobre nosotros por las costumbres basadas en prejuicios milenarios, donde se nos dice que necesitamos utilizar animales para sobrevivir, que está bien usarles para entretenimiento, experimentación, compañía, alimentación, tracción o tiro, etc. Se nos inculca que cada especie de animales tienen como finalidad ciertas tareas según la utilidad que los humanos encuentren en ellos.
Así, aunque las explotaciones pueden ser de N formas, regularmente se nos adoctrina en que hay «animales de compañía», otros para entretenimiento, otros para comer (esto varía culturalmente), otros para experimentación (aunque aquí no suele haber prácticamente ninguno que se salve) y así sucesivamente.
Todo esto porque la sociedad viene arrastrando desde sus orígenes dichas creencias, y se conjuga con que la mayoría lo hace y que además nos beneficia, sin que un buen número de la gente se cuestione la moralidad de sus actos al respecto.
Hubo etapas de la historia humana en que se podría pensar que se hizo por sobrevivir, pero luego el humano al darse cuenta de que su poder le permitía seguir dominando al resto de las especies animales, se siguió por esa línea hasta nuestros días.
Antes de la revolución industrial ya la gente usaba animales como recursos, ya habían sido domesticados (manipulados y coaccionados) muchos animales para diversos fines. Ante la aparición de la masificación de productos, el humano al tener al resto de animales en el concepto de recursos, simplemente extendió dicha masificación a la explotación animal, lo que ha traído hasta nuestros días cada vez más y más animales explotados por placer, tradición y conveniencia.
Esta industria sí engaña a sus consumidores, por ejemplo, diciéndole que los animales no humanos que explota se la pasan muy bien, que son felices siendo utilizados por los humanos. Esto es innegable. Pero no están solos en este engaño.
La gente siente la necesidad (en su mayoría) de saber o creer que no está causando daño «excesivo» o «innecesario» a otros animales, aún y a los que usa para alimentación, entonces las empresas explotadoras de animales suelen recurrir a publicidad que busca generar una imagen de que ellos se preocupan por el «bienestar animal» y que en base a ello, los consumidores deben preferir sus «productos» en lugar de los que no aplican «políticas compasivas» a sus esclavos.
Como comenté, estas empresas no lanzan este mensaje solos. Existen colectivos que completan la ecuación en este engaño, pero con otro rol. La gente sabe que en los mataderos matan animales, y en general saben que existe algún daño físico o emocional a los demás animales en aquellas explotaciones de violencia explícita, pero no rechazan la utilización de animales para su beneficio. Sin embargo, dado que para que la fórmula siga teniendo éxito, se necesita de un agente malvado y unos super héroes. De dividir entre malos y buenos la cuestión. Ahí es donde entran en juego las organizaciones animalistas bienestaristas para completar el cuadro perfecto para perpetuar la explotación animal.
En el mundo empresarial, para destacarse de la competencia es necesario mostrar un «valor agregado», un factor diferenciador, una «ventaja competitiva». Aquí es donde entra el factor «activismo bienestarista» protagonizado por los colectivos y ONG bienestaristas. No todas las empresas pueden aplicar las mismas políticas de bienestar animal ni al mismo tiempo, por lo que necesariamente habrá empresas más beneficiadas que otras, así que ahí es donde las campañas pidiendo «jaulas más grandes», «huevos de gallina feliz» y demás, hacen su papel de decirle a los consumidores de manera implícita, que hay unas empresas «más responsables» que otras, que hay empresas «más compasivas» que otras. Es ahí donde se combina el dogma de que lo incorrecto es la forma de cómo se esclaviza a los demás animales y no el hecho mismo de estarlos usando, dejando fuera de la mesa ese aspecto para discutirlo.
Lo anterior es parte del bienestarismo, el doble (segundo) adoctrinamiento especista.
Así tenemos que debe haber «algo que denunciar», para que vengan los héroes a denunciar que «lo están haciendo mal», y así los consumidores puedan elegir si le consumen a una empresa «responsable» o a una «perversa», según los bienestaristas.
Este engaño consiste en reafirmar dicha creencia, en que puede haber usos peores que otros y no permitir que se reflexione sobre la inmoralidad misma de usar animales independientemente de las formas y condiciones.
Algunas otras organizaciones se sirven de esta inercia para ganar adeptos, y usan el morbo de la gente para decir que ellos logran que la gente «se haga vegana», aunque esto no necesariamente sea cierto, ya que lo que comúnmente logran es que la gente rechace participar principal o únicamente en aquellos usos que sepan que implican violencia explícita. Estos participan también de este engaño sobre que lo fundamentalmente incorrecto es el daño físico o emocional evidente causado, aunque su discurso vaya en sentido contrario.
En general estas organizaciones pintan como que toda la culpa es de la industria explotadora, y eximen a los consumidores, que incluso realizan usos de animales que no tienen que ver con las típicas industrias que ellos cuestionan con sus imágenes, como quienes adoptan animales para compañía o para terapias, quienes en menor escala comercian con animales, y en general otras explotaciones donde no hay grandes corporativos detrás o son distintos a los denunciados, sino gente del común usando animales sin que sean realmente cuestionados, porque los esfuerzos de los activistas están enfocados en pintar que si acabamos con las grandes corporaciones ya con eso se acabará la explotación animal o prácticamente dejará de existir, lo cual es ingenuo o en otro sentido, deshonesto manifestarlo así.
En resumen: hay varios factores que impiden que la gente conozca la verdad; la cultura (tradiciones, utilitarismo, relativismo moral, especismo), las industrias tanto de la explotación animal, como las organizaciones bienestaristas que explotan la explotación animal y sirven implícitamente de publirelacionistas de aquellas industrias que implementen lo que con sus campañas bienestaristas piden. Son el factor moral que viene a permitir el negocio perfecto con las industrias y viene a retumbar en la sociedad, desviando la atención de otros usos y de la moralidad de la explotación misma.
El mensaje del veganismo es invisibilizado por quienes tienen medios para hacer su mensaje masivo en menos tiempo debido a sus recursos económicos: la industria de la explotación animal y las ONG noveganas. Sólo el activismo de base puede ir creando nuevas generaciones de animalistas educados en el veganismo que reduzcan y debiliten el mensaje bienestarista y vindiquen al veganismo.
La verdad que nos ocultan, es que debemos rechazar la explotación animal independientemente de la forma (cause o no daño físico o emocional evidente) en que esta se haga, independientemente de las condiciones (tamaño de la jaula o sin jaula, tengan o no tengan agua), que todas son igual de inmorales, y que lo mínimo que debemos ser para ser justos, es ser veganos, para una defensa congruente de los Derechos Animales, porque estos son sujetos, no objetos, porque tienen valor inherente, porque son personas no humanas.
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