El no reconocimiento del valor inherente (no veganismo) propicia una serie de confusiones y racionalizaciones de esas confusiones que conforman el irrespeto por los demás animales.
Una de las más frecuentes es la antropomorfización, es decir, asignarle cualidades meramente humanas (en realidad, de adultos humanos agentes morales) a los demás animales, para justificar su explotación y promover que su valor es extrínseco, es decir, por lo que le aporten al ser humano, o que este está por encima de su valor intrínseco.
Paradójicamente, al antropomorfizar a los animales no humanos se les cosifica, es decir, se les ve como mascotas, lo que significa valorarlos de acuerdo a sus características favorables para el ser humano, como si de herramientas o juguetes se tratase.
Esta antropomorfización es referente a tratarlos como si fueran humanos agentes morales los cuales pudieran aceptar o rechazar conscientes de las implicaciones éticas de los actos y bajo control de sus impulsos; o cometiendo los mismos abusos que en ocasiones se cae contra pacientes morales humanos (bebés y niños, por ejemplo).
Hasta ahora sólo estamos ciertos de que los únicos agentes morales son humanos adultos que pueden entender la ética y tienen control de sus emociones con implicaciones morales. Por ello podría decirse que además de que se les asignan cuestiones que son meramente del interés humano (como participar en concursos, votar, participar en manifestaciones, etc), se abusa de ellos al ser estos pacientes morales.
La cosificación en el animalismo significa que a pesar de que estamos ciertos en que no son cosas, se les trata como tal [1].
Existen múltiples ejemplos donde humanos les imponen cuestiones meramente humanas a los demás animales, por ejemplo vestirlos con ropa no con fines de protegerles de las inclemencias del tiempo, sino para que parezcan humanos, adornos como moños, corbatas, sombreros, lentes, sexualización, etc; decir que ellos son «camaradas» y que «luchan con nosotros» por causas humanas, como el caso del «Negro matapacos» en Chile, «Loukanikos» en Grecia, «Frida» en México y «Wojtek» en Polonia, que son utilizados como símbolos de luchas humanas, siendo que ellos no están ni conscientes de lo que está sucediendo en las luchas humanas ni tienen por qué saberlo, sino que se vieron inmiscuidos (ya sea de forma fortuita u obligados) en una situación ajena a sus intereses y los humanos los convirtieron en mascotas de sus movimientos, haciendo que se les reconozca por su valor extrínseco al servir como herramienta de propaganda y de choque. Los demás animales no tienen porque ser símbolos de luchas ajenas a ellos mismos, como si ellos lucharan codo a codo con los humanos conscientemente de lo que eso implica; además de los casos que comúnmente conocemos sobre animales no humanos utilizados como policías, rescatistas, terapistas, etc.
Antropomorfización no es por ejemplo, reconocer cuestiones que sí son parte de los animales no humanos como seres sintientes, y que aunque comparten dichas cuestiones con los humanos, no significa por ello que se les «humanice» o sea antropomorfismo, ya que el sentir, es decir, tener intereses, emociones, sentimientos e intenciones, no son exclusivas de los seres humanos, sino que sólo basta con tener un sistema nervioso funcional. Por ello, decir que los demás animales son personas, no se sigue que se esté queriendo decir que ellos quieren participar en los problemas sociales humanos ni que quieren aprender matemáticas, filosofía o historia o aprender oficios; sino que son seres con una personalidad propia a quienes su vida les interesa, y esto es lo que los hace ser sujetos y no objetos, es decir, personas no humanas.
Para irrespetar a los demás animales no implica necesariamente obligarlos a realizar actos en contra de sus intereses, sino tambień difundir que ellos son valiosos por lo que nos aporten a los humanos, abonando con ello al gradualismo (un tipo de especismo), lo que implica que se valore más a unos animales no humanos que a otros en función de lo valiosos que son para los fines humanos.
La antropomorfización es la excusa para la cosificación, es decir, para la explotación animal. Cuestión contraria es el respeto, respeto a su persona, a su calidad de sujeto digno de vivir su vida a su manera, para sus propios fines y no para tener como función servir para fines de terceros.
Es cierto que alguien puede tener valor inherente y valor extrínseco, no son cosas que se contrapongan, lo que sí se contrapone es ponderar a sujetos pacientes morales por cuestiones ajenas a ellos, que no participan conscientemente y por ende no han dado ni pueden dar un consentimiento libre e informado para que se les utilice como símbolos de luchas ajenas a ellos, como prestadores de servicios ni ninguna otra cuestión donde los humanos se están valiendo de su agencia moral para abusar (aprovechamiento de el poderío humano y la inocencia de los demás animales) de las personas no humanas. Aún y que no se esté forzando a los animales no humanos a participar en tal o cual situación, el utilizarles para fines humanos, ya sea directamente o indirectamente adrede, como es el caso de dar a entender que ellos participan conscientemente de ciertos actos que necesariamente requieren razonamiento moral suficiente para entender las implicaciones de dichos actos y realizarlas conforme a un control de sus impulsos morales, son actos que reafirma en el pensamiento colectivo de que los demás animales están aquí para nosotros y que están participando conscientemente en situaciones que un agente moral sí podría rechazar o aceptar conscientemente.
Esta antropomorfización se convierte en un arma arrojadiza para el no veganismo, ya que por un lado se causa confusión sobre quienes se hacen llamar veganos (sin serlo) o «antiespecistas», que al apelar a este antropomorfismo causan que se crea que «humanizamos» a los demás animales; y por otra parte se utiliza para que se diga que los demás animales quieren servirnos como si de agentes morales se tratase.
La antropomorfización es especismo antropocéntrico, porque se valora a los demás animales si se les encuentran (o inventan) características que se parezcan a los humanos, y como mencioné anteriormente, además promueve el gradualismo con ello, creando una jerarquía de especies de acuerdo a lo que le aporten a la vida del humano.
La antropomorfización afianza el bienestarismo, la creencia de que explotar a los demás animales está bien, y que por lo que hay que pugnar es por mejorar las condiciones en que «prestan» sus servicios al animal humano.
Si realmente queremos que se respeten a los demás animales, necesitamos hablar de ellos como personas no humanas, es decir, como sujetos que debemos respetarles por igual sin importar si ellos nos benefician o no a los humanos, y dicho respeto implica no adjudicarles cuestiones humanas que no tienen, ya que éstas apuntan a la conveniencia, no al respeto como personas no humanas pacientes morales, lo que significa que no pueden adquirir obligaciones morales, pero sí tienen derechos morales, tal cual el caso de los casos marginales humanos, y por tanto, no es correcto valernos de su inocencia para involucrarlos en cuestiones ajenas a sus derechos básicos fundamentales; sus Derechos Animales.
Referencias:
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