Libre de crueldad, no de explotación animal

El que un acto se presuma como libre de crueldad, no garantiza que no exista una injusticia en el mismo.

Un acto cruel según lo que la mayoría de la gente considera [1], es aquel donde alguien disfruta causar sufrimiento o ver sufrir a alguien. Va intrínsecamente relacionado a la violencia explícita, y por lo tanto, tiene índole bienestarista.

No niego que exista gente que disfrute conscientemente causar daño a los demás animales o ver que se les cause daño, más no es el caso más común ni existe una diferencia moral entre quienes no disfrutan con dicho sufrimiento y quienes sí lo hacen.

Quien explota animales no humanos sin hacer el daño físico con sus propias manos ni viendo a dichos animales no humanos sufrir, lo hace porque le es placentero y conveniente servirse de ellos; al igual quien gusta de ver animales no humanos ser torturados, lo hace porque le es placentero y conveniente. La única diferencia es que uno disfruta sabiendo que el animal no humano sufre, y el otro no, pero ambos consideran que los demás animales existen para los fines que los humanos dicten.

Otra cuestión es que al considerarse cruel causar sufrimiento a los demás animales, quedan minimizadas o incluso invisibilizadas otras formas de explotación, como por ejemplo las zooterapias, el uso de animales no humanos como asistencia de animales humanos con algún problema visual, el mascotismo, etc. En estas formas de explotación y similares, no se aprecia sufrimiento evidente, y digo evidente precisamente porque no podemos saber en esos casos si realmente existe sufrimiento o no, sino sólo podemos conjeturar al respecto, a pesar que los bienestaristas aseguran que siempre existe sufrimiento.

Sobre lo anterior, de hecho ciertas explotaciones donde no se aprecia sufrimiento evidente, ni siquiera se considera explotación, dada la confusión que difunden los activistas bienestaristas, e incluso son considerados actos loables.

Ningún no vegano consideraría un acto de crueldad utilizar por ejemplo a un perro para dar ánimo a gente deprimida o con alguna otra situación que afecte a la salud humana.

Las campañas bienestaristas suelen utilizar la alusión a la crueldad para pedir modificaciones (regulaciones) a la explotación animal, pero incluso aunque pidan la prohibición de ciertas prácticas, apelan a que es porque tienen un grado especial de crueldad, reforzando así el dogma bienestarista de que lo grave de la explotación animal es que se le cause sufrimiento a los demás animales y peor aún si hay animales humanos que disfruten con ello.

Cuando nos dicen por ejemplo, que hay que pedir «rastros (mataderos) sin crueldad», lo que nos están diciendo es que en primer lugar, consideran esa forma de explotación prioritaria sobre otras, violando así el principio de igualdad al dar un mensaje especista (gradualista) a la población no vegana; y en segundo lugar, nos dice dicho mensaje que lo que hay que juzgar es la forma (cruel) en que son explotados dichos animales, y no el hecho mismo de considerar que se tiene derecho a explotarles, sea cual sea la forma y condiciones.

Un problema que abona a utilizar de bandera a la crueldad para «defender» a los demás animales, es que no se considera que los demás animales sean personas no humanas y que ello implica que tienen dignidad, lo que significaría no tener derecho a tratarlos como meros medios para nuestros fines. Además existe un desconocimiento e irreflexión sobre lo que significa explotación animal, cuestión que ya comenté en un ensayo anterior [2], pero a groso modo explotar animales no humanos es utilizarlos de cualquier forma aprovechándonos de su inocencia y/o utilizando la fuerza para que sirvan de herramientas o recursos para fines ajenos a la dignidad propia de las personas no humanas.

Aceptar que son personas los demás animales haría evidente que es absurdo pugnar por eliminar la crueldad en lugar de rechazar toda forma de explotación animal por igual, porque siempre es injusto, siempre es un abuso del poderío humano sobre los demás animales y aprovechamiento de su inocencia y por lo tanto, de su vulnerabilidad.

Que alguien rechace la crueldad sobre sus víctimas, no significa que les respete. Si se propusiera que hubiese robos sin crueldad, esto no concienciaría a nadie sobre que los robos son algo inmoral en sí mismos, e incluso las personas humanas que roban o piensan robar, se verían incentivadas a cometer dichos actos bajo el nuevo estándar de «robos sin crueldad» dado que verían menos censurada su conducta.

Aunque existen bienestaristas utilitaristas que hacen campañas contra la crueldad hacia los demás animales, porque les preocupan los animales no humanos en sí mismos; también esto es utilizado bajo el bienestarismo antropocéntrico donde la oposición a la crueldad es debido a que quien ejerza violencia física contra los animales no humanos puedan luego ser violentos con animales humanos, lo que por supuesto quita de la mesa de discusión la cuestión de la dignidad de las personas no humanas y nuestro deber directo de no explotarles porque tienen valor inherente, es decir, porque su valor va más allá de valoraciones externas, sino que es propio por el hecho de ser seres sintientes con intereses, emociones y voluntad, es decir, personas.

Gary L. Francione [3] asegura en su ejemplo de Simón el sádico (caso de alguien que se propusiera quemar a un perro con un soplete), que todos los no veganos son como Simón, ya que no se diferencia el infligir sufrimiento a un perro por diversión; con los no veganos que participan en la explotación animal también por placer. Coincido de manera general con ello, ya que si bien el placer de estos otros no veganos no es en función de disfrutar del sufrimiento de la víctima de la explotación animal, sigue siendo por una cuestión de mera satisfacción (sabor, diversión en otros aspectos, mera conveniencia, etc).

Tom Regan [4] reconoce además de esta acepción de crueldad más difundida, la «crueldad brutal», que sería aquella ejercida sin disfrutar del sufrimiento, sino por personas humanas que no ha desarrollado la empatía ni compasión, por tanto no tiene remordimiento alguno por causar sufrimiento a los demás. Ante estas dos acepciones, Regan plantea la pregunta de si ser «anticrueldad» sería la respuesta frente a nuestros deberes directos para con los demás animales. La respuesta es que no, ya que se tendría como base si disfrutamos o si somos indiferentes ante causar o permitir sufrimiento de los demás animales, ya que enfoca el problema en cómo se sienta el sujeto que se ve involucrado en una acción, y no en juzgar a la acción en sí misma.

Lo mismo sucede (menciona Regan) sobre la bondad. No se puede basar la moralidad de un acto en si quien lo ejerce lo hace con buenas intenciones o no, sino el acto mismo. Ser bondadoso con los demás no es una obligación moral, ya que esto no equivale a ser justo (lo cual sí es una obligación moral). Es decir, no estamos obligados a actuar en base al amor o compasión por los demás, sino en base a ser justos, independientemente de nuestros sentimientos hacia los otros.

Debemos hacer lo justo para con los demás animales, y eso mínimo justo es ser veganos, y plausible es difundirlo a las demás personas humanas.

Referencias:

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: