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En todas las regiones donde la esclavitud humana estuvo instaurada hasta el siglo 19, existieron ya políticas de tratamiento hacia los esclavos humanos, a los cuales por cuestión de aumentar los beneficios para sus dueños, se les otorgaban condiciones de bienestar. Así se plasma en la obra citada en el título de este ensayo, donde analizo extractos de dicha obra para hacer una analogía respecto a la explotación de animales no humanos.
Los grandes propietarios se dieron cuenta rápidamente de que la energía africana que tenían a su servicio, cuando se abusaba o que se explotaba en demasía, aportaba menos que cuando conservada: explotaron desde entonces al esclavo con vistas a un rendimiento mayor sin duda, pero sin perjudicar su normalidad de eficiencia. El interés del dueño consistía en conservar la eficiencia del negro, su capital, su máquina de trabajar, la prolongación de su yo.
Gilberto Freyre, Maîtres et esclaves
La energía que encontraban en los humanos de origen africano y piel negra, es algo similar a cuando la mentalidad no vegana encuentra en la fuerza de los caballos, burros, bueyes, y demás animales no humanos que se les utiliza en base a su fuerza física.
Expresa que era obvio que si se llegaba a los límites de la fuerza de dichos sujetos humanos, entonces no obtendrían los dueños los beneficios esperados de dicha explotación, al cual consideraban como una mera máquina de trabajo, un «capital», una herramienta, e incluso dice «una prolongación de su yo», a lo que podría referirse quizás es que al considerarlos su propiedad, el dueño los consideraba parte de sí mismos en el sentido que alguien considera a un atomóvil la extensión de sí mismo para llevar a cabo un fin, sólo reconociéndole un valor instrumental.
Es preciso tener en mente que un sistema esclavista – sea cual sea su época, lugar y contexto – responde a una lógica dinámica y no estática. La esclavitud es un sistema complejo que se caracteriza a la vez por un mando rígido y cierta flexibilidad. El trabajo esclavo y su abolición no pueden ser vistos como un proceso lineal en evolución, sino como complejas y múltiples relaciones dentro del proceso global de acumulación y de división del trabajo. Dale Tomich distingue dos relaciones cualitativamente distintas de esclavitudes y procesos de desarrollo de la esclavitud. La primera fue constituida por una serie de procesos socio-históricos específicos y desempeñó un papel particular en la formación de la economía mundial desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII. Estas relaciones fueron destruidas o radicalmente reconstituidas por la transformación de la economía mundial en el siglo XIX. La segunda fue creada por y dentro del proceso histórico y del conjunto de relaciones sociales específicas de la economía mundial del siglo XIX. La “segunda esclavitud” consolidó una nueva división del trabajo y proporcionó bienes materiales en bruto y productos alimenticios para núcleos de poder en proceso de industrialización.
Es verdad que la abolición no es un proceso lineal sino una serie de cambios que van apuntando en dicha dirección, mientras otros son obstáculos que hacen que se vaya dando tumbos y sea un proceso gradual, como movimiento que va a contracorriente de los propios cambios que realiza el movimiento esclavista que intenta mantener el poder.
Los abolicionistas de la explotación animal estamos conscientes de que no se puede reducir significativamente la mentalidad no vegana de un día para el otro en la sociedad, y que no podrá de tajo dejar de haber prácticas de explotación animal sino que éstas irían poco a poco reduciéndose en la sociedad conforme más gente asuma el veganismo.
Efectivamente, las formas en que se lleva a cabo la esclavitud y sus objetivos fluctúan de acuerdo a los intereses que en el momento tengan los dueños y el contexto social. Así como los animales no humanos fueron explotados de formas distintas durante el feudalismo, luego de la revolución industrial cambió la forma en que sería explotados dichos sujetos no humanos.
Si la historia de la trata negrera en Cuba se remonta justo al principio de la conquista, en los alrededores de 1510, este comercio conoce su auge verdadero a partir del 28 de febrero de 1789, fecha de la autorización legal del comercio de esclavos por la Corona española. La promulgación de esta Real Cédula tuvo como consecuencia poner fin al sistema del asiento. A partir de este momento, una serie de tratados internacionales (Congreso de Viena, 1815) y bilaterales entre España e Inglaterra (1817 y 1835) intentarán poner término al tráfico negrero.
La culminación de tal política se produce en 1845, año que contempla la última sanción, por una Ley Penal, del tráfico negrero en Cuba. Las cuatro primeras décadas del siglo XIX cubano, si bien demuestran cierto inmovilismo político respecto de las demás colonias españolas de América (con excepción de Puerto Rico), abren camino, sin embargo, al debate alrededor de la cuestión de la esclavitud, sistema que, hasta entonces, no había sido puesta en tela de juicio de una manera profunda. – Desde el punto de vista diplomático, lo evocamos, Gran Bretaña, que abolió la esclavitud en sus colonias antillanas en 1833, fomenta una campaña abolicionista sin precedente, para acabar, primero, con la trata y con la esclavitud, más tarde.
Es evidente que hubo varios intentos de abolir la institución de la esclavitud humana («negrera») siendo infructuosos los primeros intentos, y que al momento de llevarse formalmente a cabo una de ellas (La de Gran Bretaña, por ejemplo), dio pie para que tomaran impulso otras campañas abolicionistas, primero eliminando la compra y venta de esclavos (trata) y luego la tenencia de esclavos.
Como se comentó al inicio, se entiende que es un proceso social gradual, pero este viene empujado por una sociedad que va cambiando su mentalidad y que derivado de ello hay consecuencias lógicas de ir derribando dichas prácticas.
– Los reformistas de Cuba están también guiados por observaciones que se inscriben en el campo social. En el terreno demográfico, se sienten amenazados por una población esclava cada vez más numerosa, hasta el punto de que, en 1841, ésta sobrepasa a la población blanca. Este sentimiento de miedo – en parte orquestado por las autoridades coloniales – era justificado en la medida en que las revueltas esclavas se hacen entonces más radicales y organizadas. En este contexto, desfavorable a la continuación de la trata y todavía no listo para la abolición de la esclavitud, además de la “colonización blanca”, los propietarios de esclavos tuvieron que adoptar una política relativa al tratamiento de sus esclavos. Una vuelta sobre los diversos códigos esclavistas que estuvieron vigentes o que cayeron en el olvido de la historia, además de un análisis cronológico de las posturas de los intelectuales y los propietarios en la materia, atestiguan una evolución verdadera de las mentalidades. Lejos de responder a una actitud filantrópica, los promotores de la política llamada del “buen tratamiento” (o “buen trato”) estaban guiados por motivaciones estrictamente económicas. A falta de transformar en profundidad el modo de producción esclavista, se trataba, para ellos, de modelarlo tanto como era posible, a pesar de la rigidez de principio que suponía dicho sistema.
Aquí ya se plasma una desventaja respecto a la explotación animal. Si bien los demás animales suelen mostrar su rechazo intentando huir y defenderse de aquella explotación que implica violencia explícita (sobre todo) o si se ven limitados en su movilidad, pero no pueden ni siquiera liberarse físicamente en la mayoría de las ocasiones ni organizarse para hacer un movimiento donde ellos mismos exijan respeto y el fin de su esclavitud, como sí lo hicieron los esclavos a que se refiere esta obra y en otros lugares donde se sucitaron movimientos sociales similares.
Tampoco se trata de generar miedo entre quienes aún no son veganos, porque el miedo no equivale a respeto, pero sólo que sirva para enfatizar la importancia del activismo con base en el veganismo para ayudar a crear un movimiento social de base, dado que los demás animales no pueden realizarlo.
Dada la presión del contexto social y para seguir manteniendo a la esclavitud institucionalizada, crearon una política llamada del «buen tratamiento», que sería lo análogo a las políticas «compasivas» como: «jaulas más grandes», «rastros o mataderos sin crueldad», «huevos de gallinas felices», «granjas ecológicas» y demás medidas apoyadas por los activistas animalistas bienestaristas.
Como suele suceder, estas medidas están impulsadas para cuestiones económicas, aunque haya quienes las apoyen porque les preocupe el sufrimiento de los esclavos, pero en cualquier caso, terminan siendo en la práctica, formas de perpetuar la esclavitud y que los esclavistas sigan obteniendo beneficios de ello.
A diferencia de Arango y Parreño, que sólo veía en el “buen trato” hacia los esclavos un proyecto económico, los reformistas que alcanzaron su madurez intelectual en la década de 1830, concedían al mejor trato de las dotaciones una dimensión más bien social y política.
Igualmente, había quienes más allá de las cuestiones económicas, veían en dicha política una cuestión social, más esto apunta hacia una cuestión utilitarista.
La posibilidad que tenía el esclavo de vivir en un conuco y de poseer animales para su explotación personal fue paulatinamente reemplazada por la construcción de barracones.
Esta parte me parece entre las más contundentes. Entre las dadivas para tener apaciguados a los esclavos humanos, estaba el poseer animales no humanos para explotarlos. Es decir, esclavos explotando a otros esclavos. Esto no deja más que en evidencia que si hay personas que en todo tiempo han sido oprimidos incluso por animales humanos que fueron oprimidos, son los demás animales.
No cabe duda de que la plantación, y el ingenio en particular, fue uno de los terrenos privilegiadosde la experimentación de los procedimientos pretendiendo “controlar, medir, adiestrar a los individuos, volverles a la vez dóciles y útiles”. Esta serie de medidas articuladas por los hacendados de Cuba, con el fin de seguir produciendo con esclavos, fue en parte la raíz de la política llamada del “buen tratamiento”, que no fue motivada por otra cosa que la intensificación y la racionalización de las condiciones de vida y de trabajo de los esclavos como mano de obra.
Controlar, adiestrar, hacerlos dóciles y útiles, es decir, domesticación. Es básicamente lo mismo que se ha hecho por miles de años con billones de animales no humanos para ser explotados por las personas humanas.
En el caso de las plantaciones cubanas, que se manejaban según un sistema racionalizado de control del tiempo, las posibilidades de vida del esclavo dependían en gran medida del modelo económico escogido. El hacendado tenía que elegir entre una fuerte productividad, que condenaba más rápidamente al esclavo, o una baja tasa de mortalidad. En aquel entonces, la duración efectiva de vida de un esclavo en las plantaciones oscilaba entre 7 y 15 años debido a la sobreexplotación a la cual estaba sumiso. La mortalidad era tanto más alta cuanto que los suicidios entre los esclavos eran frecuentes. Durante la década de los 1840, el problema del suicidio esclavo alcanzó tales proporciones en las plantaciones cubanas que las autoridades coloniales hicieron una investigación con el propósito de conservar a estos “útiles brazos”
Se acentúa que, dicha política de «buen tratamiento» buscaba evitar pérdidas en el inventario, si lo decimos en palabras llanas. La meta era que las propiedades (los esclavos) duraran el mayor tiempo posible siendo útiles para ser explotados. El suicidio obviamente se consideró un problema, pero únicamente porque esto traía perjuicios económicos, al igual que si una herramienta inherte se descompone antes de su vida útil.
Algo similar sucede con los casos de las gallinas que comienzan a darse picotazos entre ellas por el estrés en ciertas formas de hacinamiento durante la explotación animal, y los cerdos que se muerden unos a otros por la misma situación. Entonces, los explotadores buscan minimizar esos daños aplicando ciertas medidas para que su «producto» sea de mayor calidad y que tanto las ONG bienestaristas como sus consumidores les den el visto bueno sobre que son explotadores «responsables». En la explotación animal, hay dos visiones de esta situación: los bienestaristas utilitaristas que creen que proporcionar un bienestar es una obligación aunque esto se de en contexto de explotación; y los bienestaristas antropocéntricos, que sólo les importan los beneficios para los humanos.
[…] el final del siglo XVIII se había caracterizado por la resistencia de los hacendados en introducir esclavas negras en sus ingenios. Eso, explicaba, procedía particularmente de “la facilidad con que se sacaban esclavos de las costas Africanas, y el error de los hacendados en creer que el tráfico nunca habría de sufrir alteraciones ”. La desequilibrada composición porcentual por sexos, señala Manuel Moreno Fraginals, “se mantuvo mientras se supuso que reportaba ventajas económicas”. Con la entrada en vigor de la prohibición de la trata en 1820 a consecuencia del primer tratado entre España e Inglaterra, se opera, durante el período 1820-1844, una transformación de la estructura demográfica con respecto a la época anterior. Los grandes propietarios se ejercitan en una política de reproducción de los esclavos a gran escala que desemboca en un “cambio en el patrón demográfico de la trata”. En el transcurso de la década 1820 se introdujeron 5 mujeres por cada 10 hombres, atingencia que subió a 6 mujeres por cada 10 hombres durante los años 1830. La distribución porcentual por sexo de la población esclava en ingenios cubanos demuestra asimismo la efectividad de tal política. Según las cifras proporcionadas por Manuel Moreno Fraginals, durante el período 1791-1822, las dotaciones azucareras estaban compuestas por un promedio de un 84,06% de varones y de un 15,94% de hembras. […] Es de notar que para la última etapa mencionada, el número de esclavas criollas superó al de africanas (respectivamente el 23,25% contra el 21,29% del total de hembras) . A ese esfuerzo consentido por ciertos propietarios con vistas a aumentar el número de mujeres en sus plantaciones, se añadió un mayor cuidado concedido a las esclavas embarazadas y a su prole. A medida que las mujeres fueron entrando en ingenios y cafetales, teniendo hijos, se transformó paulatinamente la “plantación-cárcel” en “plantación- sociedad”
A los esclavos humanos se les importó como mercancías y luego cuando fue necesario por razones económicas, se les «produjo» como hoy en día se hace nacer a millones de animales con el fin de que sean explotados por los animales humanos. A las esclavas hembras humanas se les relegó por dichas razones económicas, pero al cambiar los factores económicos y fue más factible «producir esclavos» de manera interna, se les introdujo para hacer de «fábrica» de esclavos. Al igual sucede, como recién comento, con los demás animales actualmente que son obligados a procrear y traer al mundo a más esclavos para los animales humanos no veganos.
No debe olvidarse que, desde la década de 1840, se completó la “cabaña negra” con la importación de trabajadores chinos, yucatecos (punto sobre el cual volveremos más adelante) y españoles. Al recurrir a la “colonización blanca”, los propietarios criollos van más allá de las consideraciones estrictamente racistas y que atañen a la seguridad.
Se diversificó el tipo de esclavo que se buscaba tener otro tipo de «trabajador» más allá de las consideraciones racistas prevalecientes. Esto podríamos considerar análogo a que igual con las personas no humanas, poco a poco se les fueron «detectando» utilidades diversas y asignando en base a ello roles, yendo más allá de sólo usar un tipo de animales no humanos «para esto» o «de cierta tarea específica» para hacer una explotación heterogénea, aunque en la práctica sigue prevaleciendo el encasillamiento de unos como «para tal cuestión» como su razón de existir, según la mentalidad no vegana.
El Código Negro Carolino, aunque aparentemente parece legislar sobre la condición de los esclavos, deja siempre la puerta abierta a la libre interpretación de los amos. En efecto, a estos últimos es a quienes va dirigido, mientras que los negros representan tan sólo el objeto (en todas las acepciones del término) del texto legal. El otorgamiento de un peculio o de un conuco al esclavo tenía como propósito estimularlo para que se comportara bien y que se sintiera atado a la propiedad de su amo hasta el punto de hacerle “amar, por así decirlo, las mismas cadenas que lo esclavizan
Como en reiteradas ocasiones se ha mencionado, al igual que los códigos sobre esclavos, los «códigos negros», y similares, van dirigidos al beneficio de los amos de los esclavos, y estos últimos sólo se consideran objetos pertenecientes a sus amos, por lo que nunca pueden ser reconocidos derechos propios que puedan prevalecer si hay conflicto con los intereses de los dueños de esclavos.
1789 es sin duda el año más memorable en la historia del Derecho esclavista durante los tres primeros siglos de la colonización, si se tiene en cuenta el hecho de que la libertad de la trata negrera fue declarada y que se dictó la “Real cédula e instrucción circular a Indias, sobre la educación, trato y ocupación de los esclavos”, que se podría calificar de Código Negro español.
Estos códigos o leyes, son el equivalente a lo que hoy en día se conoce como derecho animal» y sus correspondientes «leyes de bienestar animal«, donde se regula la explotación de los animales no humanos so pretexto de que se les da un trato «digno» y que existe una preocupación por su bienestar.
A modo de prólogo, el rey explica la importancia y precisa la intención de este nuevo reglamento: “Hacer útiles a los esclavos”, teniendo siempre la preocupación de velar por que estas nuevas medidas con vistas a mejorar la vida de los esclavos sean “compatibles con la esclavitud y tranquilidad pública”
Lo de la tranquilidad pública, en el caso de la explotación animal, podría asemejarse a mejorar la imagen de los explotadores frente a sus consumidores, cosa para la cual actualmente coadyuvan tanto la propaganda de explotadores; como las ONG bienestaristas que al denunciar el maltrato como la cuestión fundamental, y al aplicar los explotadores dichas leyes de bienestar (como los códigos negros), se da tranquilidad a la sociedad de que «se les está tratando bien», sin poner en tela de juicio la explotación misma. En el caso de la esclavitud humana quizás era más por cuestión de evitar revueltas por los malos tratos.
La política del “buen tratamiento” descrita por Smith consistía así en hacer que los esclavos soportasen más su condición con el propósito de prevenir cualquier tentativa de rebelión que pudiera resultar de un “mal tratamiento”. En efecto, si el “buen tratamiento” tenía miras a priori totalmente productivistas, cabe señalar que la condición previa indispensable de una mejor economía se apoyaba en gran parte – todavía es el caso – en la estabilidad de la fuerza de trabajo.
La economía esclavista pende totalmente de mantener una política de «buen tratamiento», como la economía esclavista de personas no humanas pende totalmente de que la gente primero considere que el trato es lo moralmente condenable por encima del hecho mismo de la explotación; y segundo, que vea que hay un «buen tratamiento» hacia los animales no humanos que son explotados, sólo así apoyarán a quienes exploten animales «compasivamente».
El artículo VIII de su Vademecum se titula: “Régimen o dieta en estado de salud, o sea, consejos higiénicos para la conservación de la salud de los esclavos en las haciendas”. A guisa de prólogo, se estipulaba especialmente que: “Todo hacendado que desee conservar sus negros en estado de salud, y poblar la finca de criollos, debe atender al régimen preservativo, que se refiere a las casillas o bohíos de los negros, sus alimentos, sus trabajos, sus vestidos, castigos y recompensas, y al cuidado de la negra parida o por parir”. La intención del médico era clara: se trataba de conservar lo mejor posible la fuerza de trabajo prestando atención particular al tratamiento de los esclavos y a su reproducción natural.
Cualquier parecido con la inmensa mayoría de veterinarios de hoy en día (obviamente los no veganos), no es mera coincidencia.
Después de su quinto mes de embarazo ésta tenía que ser exenta de los trabajos extraordinarios conocidos bajo el nombre de faena. Al aproximarse el parto, sólo tenía que dedicarse a los trabajos que menos esfuerzos y movimientos violentos pedían so pena de “malograr el feto”. Durante los seis primeros meses de lactancia del niño, no podía tampoco participar en los trabajos que más cansaban, “con lo que se le estimulará a la procreación, como que sin ella no pueden reponerse los que mueren”. Para Zayas, la mujer esclava merecía una atención particular porque era la garante de la reproducción de la fuerza de trabajo, que en ese sentido, había que velar por mejorar sus condiciones de vida dispensándola de los trabajos más difíciles con el fin de estimularla a la procreación.
Alimentación adecuada para las hembras no humanas y cuidados durante el perído de embarazo de ellas, y todo para asegurar la producción de «productos» de calidad que puedan dar un buen «servicio».
Admitir y reconocer el hecho de que el esclavo es una propiedad no sólo contribuye a la tranquilidad general del país, sino que conviene al bienestar del esclavo mismo, por varias razones, y entre ellas por dos principales: 1) Porque en todo género de mando, el que está seguro de ser obedecido manda con más templanza y dulzura, porque no tiene que hacerse temible para imponer el respeto. 2) Porque asegurada la propiedad y dificultándose el reemplazarla, nada es más natural que el deseo de conservarla en estado de que sea provechosa y lucrativa, y de aquí un poderoso motivo para el buen trato y cuidado de los esclavos. La demostración es muy clara: el esclavo es una propiedad y en este sentido debe ser bien tratado. Si la autoridad del dueño no sufre ninguna objeción, no tiene razón para maltratar a su esclavo. El interés del dueño, cuya propiedad es asegurada, es conservarla de modo que sea rentable el mayor tiempo posible. En un contexto que hacía difícil toda sustitución inmediata de esta propiedad, una atención particular debía ser prestada a su “buen tratamiento”. En suma, la burguesía esclavista de Cuba acabó por admitir la necesidad de paliar la falta de mano de obra servil, debido a la inminencia de la abolición del tráfico de esclavos, por medio de nuevas formas de explotación.
Los esclavos son propiedades, y para que sigan siendo esclavos, tendrían que seguir siendo considerados propiedades. Los animales no humanos hoy en día son considerados propiedades desde lo moral incluso. Si bien existe una preocupación por su bienestar («buen tratamiento»), no se piensa que merezcan vivir sin el dominio humano sobre ellos y que se puede sacar beneficio sin que esto sea moralmente condenable.
[…] las láminas de Los Ingenios presentan un panorama idílico de las plantaciones ya que la obra fue financiada por algunos de los mayores plantadores de Cuba. Como bien nota Isabel Serrano – apoyándose en Engels para afirmar que las diversas formas de la ideología burguesa reflejan la realidad “al revés” –, Cantero, como digno representante de su clase, intenta disimular el hecho de que había explotado y seguía explotando a los negros y que, si no lo hacía en la misma medida, era porque su substitución se revelaba cada día más problemática : “Es la necesidad de conservar por el mayor tiempo posible la vida del esclavo – costosa inversión – la que impone el humanitario benigno trato”, explica Serrano. La mayoría de las descripciones de ingenios que figuran en este libro muestran el modo en que la clase esclavista disimula sus verdaderos intereses bajo los rasgos de un “humanitarismo” de circunstancia, propio del género novelesco de la época. De hecho, el objeto de Los Ingenios no radica tanto en mostrar la injusticia del régimen social vigente como en presentar la fuente de la riqueza y los “atributos del poder” de los hacendados.
[…]
La voluntad, por parte de Cantero, de exagerar e incluso inventar las cualidades de los hacendados responde a la necesidad que tenía tal grupo de alcanzar una realidad que no era la suya pero hacia la que tenía que tender, so pena, a plazos, de llegar a ser obsoleta en el plano económico. Cantero no niega que “la situación de los hacendados no es generalmente la más satisfactoria”. 87 Para remediarlo, propone “dar mayor amplitud a sus ingenios y perfeccionar sus productos”
Los explotadores siempre se han valido de hacerse propaganda engañosa, aliándose con quienes estén dispuestos a darsela para sus fines. Tal como hoy sucede con la explotación animal, que se vale de su propia propaganda, más la al menos implícita que le dan las ONG bienestaristas cuando los explotadores aplican sus políticas «compasivas».
En la conclusión del documento se refieren a que los esfuerzos por aplicar políticas de «buen tratamiento» pueden ser una muestra de la desesperación por «salvar» la institución y prácticas esclavistas, es decir, señal de estar en su ocaso, pero al mismo tiempo la perpetúa.
Parcialmente concuerdo con ello en el sentido de que la explotación animal (la analogía que pretendo mostrar), se ha perpetuado por dichas políticas de bienestar animal dentro de la explotación, pero si existiese un fuerte movimiento abolicionista de dicha explotación, los explotadores por sí mismos se verían en la necesidad de aplicar cada vez más medidas de bienestar, para intentar persistir como negocio u obtener cualquier tipo de beneficio de ellas. Sin embargo, un movimiento abolicionista, que por ende no exija un «buen tratamiento» sino el completo cese de la explotación animal (comenzando por el rechazo individual, para sumar en lo colectivo), llevaría a que esos esfuerzos por implementar un «buen tratamiento» fueran infructuosos y terminara siendo inviable y cada vez menos practicada la explotación animal.
No es que el «buen tratamiento» en sí ayudase a entender que eran maltratados, sino que aunque hubiese un «buen tratamiento» ahí había sujetos que no debían ser esclavos, sino libres. Sería contradictorio de manera lógica aseverar que si el «buen tratamiento» perpetuaba la esclavitud, y eso significa que antes se les maltrataba, entonces eso hacía que se rechazara la esclavitud. Es un sin sentido, porque si lo perpetúa por el «buen tratamiento» es que eso era aceptado por ser el estatus de es momento, no juzgando el pasado. Entonces, realmente apoyar ese tipo de políticas es pro esclavismo.
Si queremos abolir la explotación animal, el camino es el veganismo, no el bienestarismo («buen tratamiento»).
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