Tom Regan y la filosofía de los Derechos Animales

Tom Regan fue un filósofo estadounidense y defensor de los Derechos Animales, que en los inicios de los años 80 escribió la obra «The case of animal rights«, que marcó un hito dentro del animalismo al ir a contracorriente respecto a la teoría utilitarista de Peter Singer, respecto a hablar de una filosofía de los Derechos Animales, es decir, hablar de que los demás animales tienen derechos morales.

Regan analiza la postura Kantiana (Immanuel Kant) respecto a lo que Regan llama autonomía de preferencia [1]. La postura Kantiana afirma que sólo tienen valor inherente aquellos quienes son capaces de hacer abstracciones (pensamientos racionales) respecto a cómo deben de comportarse con otros, aplicando el mismo criterio para sí mismos y los demás, son quienes tienen voluntad (autonomía) y por tanto no deben ser usados como meros medios; en contraparte, la autonomía de preferencia se refiere a que simplemente el tener el deseo de realizar una cosa y tener capacidad de llevarla a cabo, teniendo la creencia de que ello satisfacerá dicho deseo.

Identidad psicofísica: se refiere a que un ser es el mismo ser a lo largo del tiempo. Un perro sigue siendo el mismo perro tanto física como mentalmente a lo largo del tiempo, y sigue teniendo los mismos intereses de preferencias.

Interés de preferencia: es el interés en algo independientemente de si está en situación de disponer de ello o no. Por ejemplo, existe el interés en vivir aunque no se esté en una situación donde la vida peligre.

Sujeto de una vida: aquellos que tienen deseos y creencias; percepciones, memoria y sentido del futuro; emociones y sentimientos de placer y dolor; interés en preferencias y en su bienestar; capacidad de accionar para satisfacer sus deseos; identidad psicofísica en el tiempo; sus vidas son importantes para ellos independientemente de la utilidad para otros.

Quienes satisfacen las características de ser sujeto de una vida, afirma Regan, son quienes tienen un valor inherente. Según Regan sólo tenemos certeza de que los mamíferos y aves, y quizás los peces, son «sujetos de una vida», y respecto al resto de animales no humanos menciona que hay que actuar con cautela moral.

Se basa en los animales no humanos que más características comparten con los animales humanos, para decir quienes son sujetos de una vida. Niega que los insectos sean sujetos de una vida [2].

Un sujeto de una vida tiene valor inherente, y por ello no puede ser tratado como mero receptáculo. Con ellos se tienen deberes morales directos.

El concepto de sujeto de una vida comprende lo siguiente sobre quienes lo somos [2]:

  • Somos todos iguales porque estamos todos en el mismo mundo.
  • Somos todos iguales porque somos conscientes del mundo.
  • Somos todos iguales porque lo que nos sucede nos importa.
  • Lo que nos ocurre nos importa por­que es decisivo para la calidad y duración de nuestra vida.
  • No hay ni superior ni inferior, más alto o más bajo.
  • Todos somos moralmente lo mismo.
  • Todos somos moralmente iguales

Los sujetos de una vida están conscientes del mundo, de lo que les ocurre y les importa (cuerpo, libertad y vida), independientemente de si a otros les importa [2].

Analiza la situación donde en un bote salvavidas se tiene que salvar a animales humanos o a un perro, y según Regan, debemos sacrificar la vida del perro porque para los humanos representa un daño mayor que para el perro. No se basa en el número ni beneficio de la mayoría, de hecho cree que todos tienen el «mismo valor inherente», sin embargo piensa que el daño por la muerte es mayor en animales humanos que, en este caso, del perro, ya fuese este uno solo o muchos.

Rechaza la idea del utilitarismo de preferencias planteado por Singer, donde el valor lo tienen los intereses (como medio para alcanzar el fin de la felicidad o «bien mayor») y no el sujeto, dado que dicha postura convertiría a los sujetos en meros receptáculos de placer y dolor. Hace una analogía con una taza a la cual se le pueden vertir dos tipos de líquido: uno amargo y otro dulce, y según en hedonismo que implica el utilitarismo, lo que habría que buscar no es el mejor balance para el individuo mismo, sino para todos los afectados, por lo que dichas tazas sólo sirven de recipientes para obtener el mejor balance de sabores (placer, sufrimiento) para la mayoría, incluso haciendo permisible destruir cualquier taza de ser necesario para mantener dicho balance.

Esto se traduciría que por ejemplo estáría bien matar o explotar de cualquier forma animales no humanos, según el utilitarismo de preferencias que critica Regan, si esto trajese consecuencias más positivas que negativas para el mayor número de individuos.

La crueldad y la bondad no son criterios para actuar moralmente. En ambos casos los rechaza porque dependen de las sentimientos de los agentes morales, y no de las acciones en sí mismas. Por ejemplo, el ser cruel depende de si se disfruta causar sufrimiento o incluso no sentir nada por hacerlo. Al igual ser bondadoso se refiere a actuar por amor o compasión para promover los intereses de otros, pero la bondad no es algo que se le deba a nadie, no equivale a justicia.

Se defiende la postura de que tanto agentes morales como pacientes morales (humanos y no humanos) poseen derechos morales, más allá de la existencia o ausencia de derechos legales.

Un derecho es una protección de «prohibido el paso», es decir, que los demás no tienen la libertad de dañar nuestro cuerpo y vida a antojo; no pueden limitar nuestra libre elección [2].

Los derechos morales son universales (aplican a todos los individuos que les corresponden independiente de su sexo, raza o especie), equitativos (no graduales), no dependen de los actos de individuos ni grupos.

La posición de los derechos se refiere a que no es sobre las especies, sino sobre los individuos, y que no importa el número de individuos afectados para tener más obligación con unos que con otros.

El principio del respeto se refiere a que debemos ser tratados con justicia, por ejemplo no dañando a algunos por beneficio de los demás; además del deber de asistir a quienes son víctimas de injusticia.

El precepto básico del enfoque de derechos es el de no ser dañado. Por ejemplo, nadie debe ser dañado porque esto represente un beneficio para otros. Este derecho descansa sobre las siguientes consideraciones:

  • considerarlo es siempre pertinente
  • quien cause daño o permita que otro lo haga, debe justificarlo
    • apelando a principios morales válidos (como la defensa propia)
    • mostrando que dichos principios tienen más peso que el de no ser dañado

Respecto a los pacientes morales humanos y no humanos, marca una diferencia respecto a que los pacientes morales no humanos, al menos en el ambiente silvestre, pueden sobrevivir por sus propios medios, lo que es más, eso desean; mientras que los pacientes morales humanos requieren asistencia porque no pueden sobrevivir por sus propios medios. Por ejemplo, no debemos intervenir en los conflictos entre pacientes morales no humanos, sino «dejarlos ser» [3].

El error fundamental no es el dolor, sufrimiento ni la privación. Estos sólo son parte de lo que está mal. El error es el sistema que nos hace ver a los demás animales como recursos [4].

Rechaza el contractualismo ya que este depende de que haya «firmantes» o gente preocupada por ciertas víctimas, y la moral no puede basarse en ello, ya que se avalarian injusticias sobre sujetos si no hay suficientes «firmantes» (agentes morales) que se opongan [4].

Referencias:

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