El estatus de propiedad

El poseer el fruto del propio trabajo es un derecho moral de todo ser sintiente. El apropiarse del trabajo de otro aprovechando el poderío sobre otros o su inocencia, es literalmente un robo. Sólo sería ético el colaborar mediante acuerdos justos entre iguales para prestación de servicios y conseguir insumos. (En el caso de agentes morales; si es entre pacientes morales, no hay nada que juzgar respecto a la ética [1])

Tendríamos ahora que definir qué es lo que es ético poseer y qué no. Por ejemplo, ¿está bien poseer personas? ¡Claro que no! Porque eso sería esclavitud. La esclavitud se basa en que existan dueños y esclavos; los esclavos son propiedad de sus dueños. Los esclavos se consideran meras herramientas en beneficio de sus esclavistas, y no se les reconoce socialmente sus derechos morales, sino sólo tienen un valor utilitario (extrínseco o instrumental) en función de lo que puedan aportar para sus poseedores.

Lo único que es correcto poseer es a las cosas, si estas se derivan del fruto del trabajo propio o de acuerdos justos entre iguales. Las cosas son los objetos, como una silla, una planta, los minerales, y cualquier ser que no sea capaz de tener consciencia de su propia existencia, que no pueda experimentar emociones, intenciones e interéses respecto a sí mismo. Es correcto poseer a las cosas porque estas no tienen interés en sí mismas, emociones ni tienen voluntad, por lo tanto no tienen derechos, no hay ningún interés ni voluntad ni bienestar y por tanto ningún sujeto que necesite que su calidad de tal (sujeto) sea respetada mediante derechos. Quienes tienen derechos son los poseedores de dichos objetos o recursos, y sus pertenencias sólo importan en tanto les sirvan a sus poseedores.

Los demás animales también tienen noción de la propiedad, por ejemplo las abejas con su miel, las aves con sus nidos, otros animales cuando construyen cuevas u otros refugios, etc. Por ello es inmoral robarles lo que les pertenece, incluyendo sus fluidos como la leche, sangre, huevos y partes de su cuerpo como plumas, pelo, etc. Les pertenecen a ellos, no a nosotros. Ellos no están en una situación para «donarnos» sus fluidos en un acuerdo entre iguales a nivel de agencia moral, es decir, de conocer las implicaciones éticas de los actos y poder rechazar o aceptar acuerdos con los humanos agentes morales.

Actualmente los demás animales son considerados propiedad, pero no sólo como lo enfoca Gary L. Francione [2], respecto a que sean propiedad legalmente, sino que esto es consecuencia de que son considerados propiedad moralmente primero. Los demás animales desde que el humano los cazaba y luego los domesticó, los consideraba ya propiedad, obviamente desde antes de que siguiera existieran leyes.

Cuando varios veganos piensan o hablan del estatus de propiedad, suelen enfocarlo en el estatus legal, y no tanto o ni siquiera mencionan que esto parte de una cuestión moral. El estatus de propiedad es tanto moral como legal actualmente, pero no tenemos que esperar a que vengan leyes para eliminar el estatus de propiedad moral de los demás animales, primero en lo individual y luego en lo social.

Los veganos no consideramos propiedad moralmente a los demás animales, sino personas, y por tanto que tienen valor inherente y derechos inalienables. Nosotros hemos abolido de nuestra mentalidad dicho estatus, aunque legalmente sean considerados propiedad. Es cierto que podríamos matar adrede a un animal no humano y este hecho legalmente sólo sería juzgado por su grado de crueldad y en base a las repercusiones en humanos de dicho acto, pero los veganos no lo haríamos porque va contra el principio ético del veganismo. Para la sociedad que es vegana, los demás animales no son propiedad, aunque para el resto lo sea, y su cambio de estatus legal, será consecuencia de que al seguir en una sociedad regida por leyes estatales, devenga en un cambio en estas, pero reitero que el cambio de paradigma incluye en sí mismo un cambio en su estatus a nivel social porque moralmente ya no se les considere propiedad.

El estatus de propiedad es consecuencia del no veganismo, es decir, de la creencia de lo que le debemos a los demás animales es bienestar y no dejar de explotarlos.

Al hacernos veganos reconocemos el valor inherente de los demás animales y este a la par del valor inherente de los humanos, aplicando el principio de igualdad, por lo que esto implica eliminar de nuestra concepción el estatus de propiedad de los demás animales.

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