No se trata meramente de etiquetar, sino de dejar en claro que quienes apoyan las campañas prohibicionistas o bienestaristas clásicas, no son veganos y deberían serlo si su preocupación genuina es en el respeto hacia los demás animales. Si no distinguimos que nuestras acciones e ideas corresponden o no a la ética, entonces no podemos saber si estamos siendo congruentes con principios éticos.
Ya en un ensayo anterior [1] expliqué por qué no son veganos quienes apoyan medidas de regulación o prohibiciones específicas de usos de animales no humanos. En esta entrada explico los tipos de bienestarismo que considero existen y que al identificarlos podamos saber si se está cayendo dentro de ellos y dejar de ser incongruentes con el principio que se supone seguimos y que debemos seguir si decimos que somos veganos.
Todos los bienestaristas comparten una idea principal, aunque haya algunas otras accesorias: el problema es el sufrimiento, la crueldad, el dolor; el uso o explotación no lo ven como un problema en sí mismo, sino sólo si implica sufrimiento evidente en las víctimas. El bienestarismo según sus motivaciones puede ser meramente utilitarista o puede ser antropocéntrico, pero en este ensayo me referiré al grupo de personas que según sus dichos y hechos, se identifican como animalistas, pero no necesariamente implica sean veganos.
Bienestarismo del común
Este es el que practica la mayoría de la gente que no es vegana, es decir, la que se sabe no vegana, que asume que usa animales y que piensa está bien hacerlo. Esta gente puede o no apoyar campañas bienestaristas clásicas o monotemáticas, pero no son militantes, es decir, si llegan a hacerlo es meramente firmando alguna petición o donando algo de dinero para aliviar sus conciencias mientras siguen explotando animales, por ejemplo en la alimentación, mascotismo, terapias, zoológicos, etc.
La mayoría de estos bienestaristas no se suelen involucrar en campañas animalistas, sino que viven alejados de cualquier movimiento relacionado, sino que ni siquiera suelen creer que hay un problema detrás de la explotación animal, más allá de quizás el sufrimiento o los beneficios o perjuicios para los humanos que pueda conllevar la explotación de animales de otras especies distintas a la humana.
Estos bienestaristas suelen confundir a los bienestaristas militantes con veganos, porque estos (los bienestaristas militantes) se hacen llamar veganos, entonces se cree que dichos bienestaristas militantes son una especie de animalistas «extremistas». Los bienestaristas del común fundamentan sus acciones en creer que sólo ciertos animales merecen compasión y amor, y eso lo hacen equivalente a respeto, siendo que esto no es así. La compasión equivale en términos coloquiales a la lástima, y el amor lo confunden los animalistas con un deseo de satisfacer necesidades propias como lo es la compañía y el entretenimiento. El respeto es otra cosa, el respeto es un valor ético que implica no relacionarnos con los demás sujetos como si fuesen meros recursos a nuestra disposición.
Bienestarismo militante
Esto bienestaristas asumen un rol de activistas, es decir, no se limitan a quizás llegar a firmar una petición o hacer una donación, sino que son parte activa de campañas ya sea bienestaristas clásicas como: jaulas más grandes, mataderos sin crueldad, huevos de gallinas felices, etc; y por otro lado, están los neobienestaristas, los cuales los más comunes son aquellos que pugnan por campañas prohibicionistas [2], como: antitauromaquia, contra peleas de gallos, cierre de delfinarios, circos sin animales, etc.
Es militante porque crean las campañas o las impulsan activamente. Quizás unos las impulsan porque realmente creen que bienestar es lo único que merecen los demás animales; otros pueden pensar que deben crear o apoyar campañas bienestaristas por los beneficios que obtendrían de ello; otros incluso pueden creerse abolicionistas de la explotación animal [3], simplemente porque su intención es esa, aunque en realidad sus actos digan que priorizan ciertos usos porque los encuentran más crueles que otros y por ello son los que buscan prohibir primero, bajo la excusa de que «viven una realidad distinta», siendo que si decimos que el problema no es el sufrimiento evidente sino el hecho mismo de usar animales, esto es una contradicción lógica.
Gracias a estos bienestaristas militantes, que algunos de ellos suelen hacerse llamar veganos, es que existe tanta distorsión del concepto de veganismo, y no se le ve como un principio ético, sino como una cuestión de reducir o eliminar el sufrimiento evidente o de prohibir usos específicos por considerarlos prioritarios en base al grado de sufrimiento o si implica muerte.
Los bienestaristas militantes suelen entrar en conflicto tanto con algunos bienestaristas del común, como con los veganos. Los bienestaristas del común consideran «extremistas» o «radicales» a algunos bienestaristas militantes, por ejemplo a algunos prohibicionistas, salvo si coinciden en que «X» uso es «innecesario» y no entra en conflicto con intereses de ese grupo de humanos. Por ejemplo, un bienestarista del común y uno militante pueden estar de acuerdo en prohibir los abrigos de pieles, pero podrían estar en desacuerdo en una campaña como «cierre de mataderos» o «cierre de zoológicos».
Los bienestaristas militantes, como mencioné, entran también en conflicto con los veganos, porque les parece que estos últimos no son «efectivos» ni «realistas», apelando a que los bienestaristas militantes consiguen «cambios tangibles aquí y ahora». Los veganos consideramos que los bienestaristas militantes se autoengañan, ya que en realidad refuerzan la idea de que hay usos peores que otros en base al grado de crueldad y si implican muerte, por lo que en los hechos, terminan promoviendo bienestarismo. Los bienestaristas militantes rechazan esta aseveración apelando a que su intención es la abolición de la explotación animal, y que sólo difieren en los métodos respecto a los veganos, para alcanzar dicha abolición. Los veganos pensamos que lo máximo que pueden llegar a abolir son las prácticas en base a la crueldad y que la gente considere más innecesarias, o modificarlas en base a regulaciones de la explotación animal, ya que no atacan el problema de raíz por no considerar a todas igualmente inmorales, por lo tanto vulneran el principio de igual consideración del valor inherente de los sujetos.
En resumen, como comenté al inicio, estos no son veganos aunque se hagan pasar por ello, sino bienestaristas, y el bienestarismo es la antítesis del veganismo.
Referencias:
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