Valor inherente y el sensocentrismo gradualista

Luego de la crítica al error fundamental del sensocentrismo, que es establecer como axioma al mero hecho de tener sintiencia como un criterio ético para ser considerado moralmente, lo que se permite con la arbitrariedad en que se pretende fundamentar el sensocentrismo, son cuestiones como el gradualismo moral basado en «niveles de sintiencia».

El gradualismo moral se refiere a establecer diversos «niveles de ‘respeto’ » según criterios irrelevantes moralmente. Por ejemplo, se dice desde el gradualismo moral que merecen mayor consideración aquellos sujetos que se parezcan más al ser humano, sobre todo en cuestiones como la inteligencia y memoria. Es lo que Gary L. Francione denomina «Teoría de las mentes similares» (https://abolicionnoregulacioninf.files.wordpress.com/2022/11/nuestra-hipocresia.pdf). Los sensocentristas aplican un criterio similar, considerando cuestiones más allá de la sintiencia (conciencia propiamente), sino que discriminan en base a otras capacidades. Ya no discriminan por especie, por ello uno de sus atractivos ante gente no enterada del tema, sino que discriminan por otras cuestiones igual de irrelevantes moralmente.

Siguiendo con esta línea, en los últimos tiempos han surgido grupos de gente afines al consecuencialismo, y más específicamente al utilitarismo, que se autodenominan «sensocentristas«, de los cuales un segmento apela al sensocentrismo gradualista (Sensocentrismo. Ciencia y ética; SAIEGH, YAMIL p. 18, 77), refiriéndose a que la capacidad de sufrir y disfrutar es gradual y por tanto, consideran que lo correcto o incorrecto depende del «grado de afectación».

Realmente sentir se resume a tener experiencias personales (de ahí que somos personas), o diciéndolo de otra forma; son propias del sujeto (subjetivas), y que permite que experimentemos de manera particular nuestros intereses, emociones e intenciones.

Se apela frecuentemente para menospreciar la sintiencia de animales no humanos a cuestiones cognitivas. La cognición (https://psicologiaymente.com/inteligencia/cognicion-definicion-procesos) la componen diversos elementos para luego de recibir (por medio de los sentidos), procesar información por parte del cerebro:

  • razonamiento;
  • memoria;
  • aprendizaje;
  • percepciones;
  • y otras más.

El elemento de cognición mínimo relacionado a la sintiencia son las percepciones y no ninguno otro. Por supuesto que el razonamiento y la memoria propician pensamientos más complejos, pero estos no hacen aumentar la sintiencia propiamente, ya que sentir simplemente tiene que ver con ser conscientes de la propia existencia (autoconsciencia (https://www.researchgate.net/publication/26601368_Autoconciencia_animal_Estudios_sobre_la_autodiscriminacion_condicional_en_varias_especies)) y hacer valoraciones respecto a lo que nos sucede a través de las sensaciones y percepciones.

El razonamiento, por ejemplo, nos podría ayudar a no tener percepciones erradas y a tomar mejores decisiones; la memoria puede ayudarnos a correlacionar sensaciones pasadas e interpetarlas de manera similar (va de la mano con el aprendizaje), etc. Estos elementos distintos a la percepción en sí misma, y el grado en que puedan existir en el ser sintiente, no implican no poder tener consciencia sensorial (https://www.investigacionyciencia.es/revistas/investigacion-y-ciencia/especial-40-aniversario-682/consciencia-sensorial-14592), es decir, que el sujeto sepa que cualquier actividad sensitiva y perceptiva le está sucediendo a él.

Dentro del ámbito de la Filosofía de la mente, existe un concepto denominado qualia (https://lamenteesmaravillosa.com/qualia/), que se refiere a vivir experiencias emocionales muy particulares frente a situaciones específicas. Por ejemplo, dos personas pueden sentir y percibir cosas distintas al ver un color o al estar bajo la lluvia o bajo el sol. Por eso se es persona, porque toda experiencia sensitiva y perceptiva está en relación con el sujeto; es personal. De hecho el qualia es difícil de describir incluso para el propio sujeto que la vive. Frecuentemente podemos darnos cuenta que tenemos ciertas sensaciones que no sabemos explicar con exactitud o claridad: eso es el qualia.

El qualia no es algo medible. Es posible medir las reacciones fisiológicas que derivan de las sensaciones y las percepciones y de los sentimientos, pero no es posible mediante el método científico, ver el qualia ni medirlo.

Todos estos fenómenos conforman lo que es la mente (https://mejorconsalud.as.com/diferencia-cerebro-mente/), procesos que se llevan a cabo en lo tangible (sistema nervioso), pero que deriva en algo intangible, por ejemplo las imágenes mentales.

El valor inherente es la clave

Dentro de la ontología (https://www.filosofia.mx/la-ontologia) se estudian los entes o seres y su naturaleza (su esencia desde la filosofía), y estos pueden ser abstractos o concretos. Los abstractos son aquellos que serían intangibles o imaginarios, como las imágenes mentales, ideas y los sentimientos; los concretos son aquellos tangibles, como las plantas, las rocas, el agua, y los animales (humanos y no humanos). A diferencia del resto de seres, los sintientes (hasta el momento sólo sabemos que la mayoría de los animales lo somos) tienen dignidad ontológica, es decir, son personas y merecen respeto por el mero hecho de serlo. Esta afirmación se deriva ligando sus características propias como ser que se autovalora, es decir, tenemos que recurrir a la biología, y a la lógica, para establecer nexos con la Ética.

Los animales sintientes al contar con sistema nervioso o equivalente, son capaces de tener experiencias sensitivas y perceptivas (sintiencia), son conscientes de su propia existencia (autoconsciencia) y les importa lo que les sucede (lo sabemos por evidencia empírica y por deducción lógica). Si estos entes se autovaloran, es que se reconocen a sí mismos como ellos mismos, es decir, parten del principio ontológico y lógico de identidad, donde una entidad no sólo existe y es idéntica así misma, sin más, sino que es capaz de reconocerse a sí misma como sí misma (al menos en su esencia o sus propios pensamientos y emociones), es decir, la cuestión psicológica de identidad, es la que nos lleva a darle sentido al concepto de dignidad ontológica. No es sólo idéntica así misma en el sentido ontológico sino que tiene identidad en el aspecto psicológico de reconocerse como individuo distinto a otros. Es decir, más allá de la ontología, encuentra su sentido moral primero por lo que podemos saber por medio de la psicología y luego, debido a no ser un valor medible la autovaloración, cae dentro de la metafísica (más allá de la física). No tendría repercusiones éticas por el mero hecho de ser idéntico a sí mismo en la física, sino por las cuestiones psicológicas y metafísicas (más específicamente, en la ontología, el estudio de la naturaleza de ese ser). Al reconocerse así misma puede valorarse así misma, lo que significa que tienen valor inherente o valor moral (axiología, que es la rama de la filosofía que estudia la cuestión de los valores en la ética), es decir, un valor que se autoasignan independientemente de valoraciones de sujetos externos.

Los sujetos son fines en sí mismos y nunca un mero medio (su teleología o propósito). Basándonos en la axiología, y en el principio de identidad, si un sujeto es un ser capaz de autovalorarse, entonces tiene valor intrínseco, no meramente instrumental, por lo que es un fin en sí mismo para sí mismo.

Si los sujetos tienen un valor intrínseco, entonces no tiene sentido hablar de que unos merezcan mayor consideración moral que otros, apelando a valoraciones externas como el que un tercero haga ponderaciones sobre su nivel de inteligencia o «grado de afectación» en relación a otros.

Otro principio de la ética aplicable a los sujetos, de acuerdo a lo anteriormente expuesto, es el principio de igualdad, basado no sólo en la igual consideración moral de los intereses básicos o fundamentales, sino que se parte del respeto, entendiéndolo como la igual consideración del valor inherente. De estos intereses implicados en tener valor inherente, se deriva que los sujetos tengamos Derechos Morales o Derechos Animales, como protección a la dignidad misma del sujeto.

Mediante lo anteriormente expuesto, recurrimos a la axiología, que es una rama de la Filosofía que estudia los valores y su naturaleza. Por ejemplo, define qué tiene valor intrínseco y qué tiene valor extrínseco. En este sentido, como ya lo he fundamentado, las personas (los seres sintientes) tienen un valor intrínseco o inherente.

El veganismo está basado en la deontología, que es la rama de la Filosofía que estudia la cuestión de los deberes. Entonces partiendo de la axiología, la deontología implica que tenemos deberes directos para con aquellos seres que son fines en sí mismos, es decir, aquellos que tienen un valor intrínseco (valor inherente). Sobre esto se fundamenta la razón por la que no debemos explotar animales, y que cuentan con el derecho absoluto de no ser propiedad.

El valor inherente es de carácter personal. Este se deriva del hecho de tener consciencia (sin importar la complejidad de las experiencias) y por ende, autoconsciencia, y esto es suficiente para hacer una valoración al respecto. No es de forma siquiera correcto de acuerdo a la lógica decir que podemos medir el valor inherente. Tampoco podemos afirmar que unos seres sintientes son más o menos capaces que otros de autovalorarse, sino que es una capacidad absoluta; o puedes valorarte o no puedes hacerlo. No es necesario nada más que poder tener sensaciones y percepciones para hacer valoraciones mentales. Como se comentó brevemente anteriormente, es posible medir las reacciones fisiológicas, la energía corporal, umbrales de dolor, la actividad química y eléctrica y demás cuestiones del cuerpo reaccionando ante ciertas situaciones que le acontecen, pero eso sólo puede decirnos acerca de cómo un sujeto reacciona ante circunstancias especiales de manera específica, no de si es más o menos capaz de valorarse. De que el sujeto manifieste mayor o menor rechazo o aprobación por ciertos estímulos, no se sigue lógicamente que tengan menor o mayor valor inherente. El sujeto sigue siendo capaz de valorarse según sus propios criterios independientemente de cómo reaccione ante los estímulos; es arbitrario.

El valor moral no tiene grados, es absoluto. Hacer valoraciones externas para la consideración moral es contrario a la noción misma de dignidad.

Si se careciera de alguno de los sentidos como el olfato, la vista, el oído, el gusto o el tacto, sólo significaría que tiene menos estímulos a los cuales reaccionar, pero no es lo mismo que decir que no es capaz de valorar aquello de lo que sí se da cuenta. Incluso en un estado como en el sueño, uno sigue teniendo una noción de un «yo» y sigue habiendo intereses respecto a uno mismo. Si uno tiene un sueño donde uno imagine que le suceden cosas, esto generan sensaciones en el sujeto, así no estén sucediéndole a través de los sentidos en la realidad.

La inteligencia y la memoria son entes abstractos, pero se pueden medir por medio de cuestiones como la lógica y el tiempo de respuesta. Podemos saber la inteligencia y memoria de alguien por medio de evaluar hechos. No se puede evaluar qué tanto es capaz de valorarse un sujeto por medio de hechos ni de la lógica, ya que este no depende de valoraciones externas, sino que es completamente algo al interior del sujeto. Es inaccesible, no es cuantificable. El que un sujeto tenga percepciones erróneas de su entorno, o que tenga pensamientos irracionales, no le hace tener menos capacidad de valorarse que alguien catalogado como «brillante» mentalmente y con una gran memoria. Ambos tienen valoraciones subjetivas sobre lo que les sucede.

Toda esta polémica acerca de la propuesta de la corriente sensocentrista gradualista, pienso tiene que ver con el utilitarismo de preferencias, del cual el mayor expositor ha sido Peter Singer, ya que este se basa en una variante del principio de igualdad en los intereses, pero habla no de los intereses siquiera en sí mismos, sino de «intensidad» en los intereses, sobre todo refiriéndose por ejemplo a igualdad en el sufrimiento o placer.

Si no se requiere ningún otro requerimiento biológico más que ser sintiente, y derivado lógicamente de ello se deba respetar a los sujetos que cuenten con valor inherente, dado que no son meras cosas carentes de intereses, emociones y voluntad, sino seres que les importa su propia existencia; entonces no tiene sentido apelar a que deba haber mayor o menor consideración hacia unos sujetos que a otros, apelando a criterios irrelevantes moralmente como la inteligencia, memoria, tamaño o complejidad del cerebro o del sistema nervioso. De hecho el tamaño del cerebro ni siquiera tiene una relación determinante en la inteligencia y ninguna en la sintiencia.

Esta es una razón por la que el sensocentrismo únicamente es compatible con teorías consecuencialistas como el utilitarismo. Encuentran la representación del «bien mayor» en la satisfacción o no frustración de intereses, desde una perspectiva hedonista (lo que les importa es el placer o disminuir el sufrimiento), apelando a que los seres con cognición más compleja sufren más o pueden tener más placer.

Esta visión fomentada desde el sensocentrismo gradualista avala la explotación animal, ya que fomenta una jerarquía entre sujetos, donde la cúspide la integran humanos agentes morales. Si se basan en el nivel o tipo de inteligencia o razonamiento más cercano al humano agente moral, para un «respeto» gradual, entonces es absurdo que se diga que el sensocentrismo es siquiera una «cosmovisión» compatible con el veganismo.

Al estar íntimamente relacionado con el consecuencialismo (específicamente algún tipo de utilitarismo, que según mi criterio, sería el utilitarismo de preferencias), con lo que es compatible es con el bienestarismo; es decir, con la explotación animal. El utilitarismo desde los tiempos de Jeremy Bentham ha permeado en la sociedad la idea de que a los demás animales sólo les importa no sufrir y buscar el placer, sin cuestionar su su uso en sí mismo por parte de los humanos. Luego con la llegada de Peter Singer a escena, este aplicó cuestiones como las antes mencionadas, respecto a «intensidades» respecto a los intereses, y no al respeto por el mero hecho de ser personas. Estas «intensidades» y otros criterios (planear el futuro y establecer relaciones cercanas con otros, por ejemplo) que relaciona con sufrimiento y placer, avalan la explotación animal. El utilitarismo no reconoce el derecho absoluto a no ser propiedad o mero recurso.

Un sujeto se reconoce como tal y se valora así mismo, no hay matices en ello. No hay niveles o grados en el valor inherente. Todo los demás que el sensocentrismo gradualista apela, no se sustenta en la lógica ni en hechos verificables.

2 respuestas a “Valor inherente y el sensocentrismo gradualista”

  1. […] refuta a sí mismo, por ejemplo cuando es permisible con ideas como el sensocentrismo gradualista, ya que si la sintiencia es el criterio moral, entonces no cabrían cuestiones adicionales como es […]

    Me gusta

  2. […] como criterio la especie, sino otras cuestiones como la cantidad de neuronas, inteligencia, etc (gradualismo sensocentrista). Estos supuestos «defensores de los animales» incluso se hacen llamar veganos y/o […]

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: