Ya en entradas anteriores he escrito sobre tipos de violencia, como la explícita y la implícita y en otro sobre la violencia y la defensa de los animales no humanos . Ahora me aboco a un tipo de violencia que caería dentro de la categoría de violencia implícita: la violencia cultural.
¿Qué es la violencia?
Violencia o violentar se refiere a actuar con fuerza sobre un otro, en el sentido de ir en detrimento de su dignidad, sin una justificación como puede ser la defensa propia. Comúnmente se piensa que se refiere a la fuerza física, pero también puede ser imponerse sobre un otro de forma psicológica.
Puede haber violencia que afecta directamente a los sujetos a quien va dirigida, como las anteriormente mencionadas, violencia física y psicológica, pero también existe otra modalidad de violencia que no se ejerce directamente contra un individuo o individuos concretos sino que se basa en normalizar prejuicios respecto a sujetos que comparten ciertas características.
Johan Gaitung [1] detecta 3 tipos de violencia: directa, estructural y cultural. La primera es la más conocida, como mencioné en párrafos anteriores, por ejemplo usar animales para comer, vestir, experimentar, entretenimiento, transporte, etc ; la estructural, se refiere a las políticas sociales, por ejemplo las leyes de Bienestar Animal; la cultural es aquella donde por medio de ideas, dichos y hechos se promueven prejuicios, pondré varios ejemplos en delante. El especismo antropocéntrico y cualquier irrespeto hacia los demás animales (no veganismo) intervienen esos tres tipos de violencia.
En la violencia cultural hacia los demás animales participan varios agentes, desde diversos lados, por ejemplo la propia violencia estructural promueve en sí misma la violencia cultural, al formalizar la idea de que los demás animales son productos y «prestadores de servicios» en beneficio de los humanos, y que su valor es instrumental. Esto se realiza a través de la propia instrucción escolar, la propaganda de los negocios de explotación animal, en ciertas tradiciones de cada región, en el lenguaje, en las campañas bienestaristas y neobienestaristas, y muchas más acciones que perpetúan la idea de que está bien usar a los demás animales, siempre que nos preocupemos por su bienestar.

También cuestionar que no hay bienestar animal bajo contexto de explotación, no es cuestionar a la explotación animal en sí misma, sino partir de poner foco en las formas y condiciones, forzando a los ofertantes de productos o servicios derivados de la explotación animal, a que mejoren sus métodos y así maximicen la rentabilidad de sus negocios y a los consumidores a exigir mayor bienestar en lugar de hacerse veganos. Al menos ese es el mensaje que pueden interpretar las miradas no veganas dado el concepto que tienen de los demás animales y de la explotación animal.

Por ejemplo, Leenaert al decir que los reductores de carne ayudan más a los demás animales que los veganos, está cometiendo violencia cultural, porque entonces la gente pensará que no es una obligación moral ser vegano, sino que puede elegir seguir usando animales y aún así estar haciendo algo correcto. O como Jack Norris, que dice que si no puedes ser vegano porque te gusta mucho el queso, entonces «sé vegano» excepto por el queso. Peter Singer diciendo que no vería inmoral usar animales que «han tenido buenas vidas». Eso es precisamente violencia cultural, no haciendo ver al veganismo como lo mínimo que le debemos a los demás animales en cuestión de justicia, sino que podemos seguirlos violentando y no tenemos que tomarnos realmente en serio el tema de la explotación animal.
O como aquél desplegado firmado por varias organizaciones no veganas y por Peter Singer donde agradecían a un supermercado por implementar «estándares compasivos» con lo animales no humanos explotados.
Incluso pueden considerarse violencia cultural otras ideas que difunde Tobias Leenaert respecto a que no ve nada de malo el que alguien que se encuentre un trozo de carne en la basura, y siempre que nadie lo vea, entonces no provoca demanda. Bueno, promover esa idea abiertamente, sigue siendo violencia cultural, de que uno siga viendo a los demás animales como seres de los que está bien beneficiarnos, ya sea en vida (suele repercutir en eso ese tipo de ideas) o que esperemos a que dejen se ser sintientes para ello. Cierto que si ya no son sintientes y nosotros no hicimos nada para que fuesen explotados o para que perdieran la vida, no estaríamos vulnerando el valor inherente de alguien, no habría una falta de respeto a la dignidad del sujeto sino el respeto sería por una cuestión extrínseca o deber indirecto: no desear el mal a los seres sintientes, evitar el peligro de verlos o seguirlos viendo en función de su utilidad, y respeto por quienes afecte su deceso porque los consideraron personas. Tendría que haber un respeto simbólico tal como lo hacemos con humanos que han fallecido.
Pero supongamos un escenario donde en una región ha cambiado el paradigma hacia una sociedad mayormente vegana, y los especistas o no veganos que queden no se atreven a manifestar sus ideas ni a realizar actos de explotación animal, pero en su mente siguen asumiento la explotación animal como acto no inmoral, no sería violencia cultural pero sería violencia contra sí mismo, contra su crecimiento moral, tal como mencionaba Leslie J. Cross en sus escritos respecto a que el humano se hace daño así mismo al no desprenderse de la creencia de que tenemos derecho a usar a los demás animales. Aunque es altamente probable que esa persona busque unirse a otros que coincidan con sus prejuicios y busquen reestablecer por medio de violencia cultural y de otra índole, el antiguo paradigma no vegano.
Dado que la violencia cultural es una violencia simbólica, repercute en el resto de tipos de violencia, tanto en la directa como en la estructural, ya que la violencia comienza por la mentalidad.
La violencia cultural tiene como propósito hacer que no se detecte como prejuicio la violencia hacia los demás animales, sino en algunos casos como un «mal necesario» o basada en la «supervicencia»; y en otros hacer ver que ni siquiera hay violencia sino «simbiosis», «es por su bien» y otras excusas. Su función es la normalización de la opresión y es muy peligrosa porque no se detecta a la violencia cultural como violencia en sí misma.
Estas violencias no sólo se interrelacionan sino que se pueden suceder al mismo tiempo. Por ejemplo, al usar animales participamos en la violencia directa, y al mismo tiempo al reforzarles dicha idea cometemos violencia cultural por medio de quienes aún no ven lo inmoral en dichos actos, y esto nutre a la violencia estructural.
Entonces, así uno no esté usando directamente un sujeto no humano ni demandando que sean usados para nuestro beneficio, si uno obstaculiza que culturalmente no se les reconozca como personas no humanas con valor propio (valor moral) por medio de expresar esas ideas como apoyar políticas de Bienestar Animal, promover esterilizaciones indiscriminadas, firmar por campañas prohibicionistas (neobienestarismo), carne celular o in vitro y cualquier cosa contraria al veganismo, están siendo violentos para con los derechos fundamentales de los demás animales de forma indirecta al perpetuar la violencia hacia ellos (su estatus de propiedad y recurso) y obstaculizar el avance del respeto hacia su dignidad.
La única manera de contrarrestar la violencia de la explotación animal, es educando en el veganismo.
Referencias:
Deja una respuesta